domingo, 6 de noviembre de 2011

El camino lo llevo en los pies.

A lo mejor no todos tenemos con quién caminar tomados de la mano; con quién compartir historias.


Estuve un tiempo buscando un rumbo para seguir, uno guiado por un par de estrellas guardadas tras unos ojos; uno en el que no tuviera que preocuparme por entregar todo, sin perderlo.

Busqué en los más recónditos lugares, un pecho cuyas grietas, estuvieran hechas exactamente a la medida de mis sueños, para ponerlos ahí, y cerrar las grietas, por supuesto. Busqué desesperadamente unos sentimientos que se asemejaran a los míos, que fuesen casi idénticos, para no herirnos nunca. Intenté encontrar un cuerpo, que su carne necesitara; pidiera, a gritos la mía, para calentarla, para arroparla.

Sin embargo, me obligué a entender que lo que estaba buscando, era demasiado irreal, que estaba buscando una mera fantasía, un ser perfecto que, por supuesto, no encontraría. Es por eso, que decidí detenerme, decidí despertar de mi superflua ilusión, y retomar un camino que, si bien no me llenará de sonrisas creadas en el más sencillo intercambio de miradas, o besos convertidos en poemas, o pasiones carnales consumadas en el roce de un par de cuerpos deseosos uno del otro; tampoco me llevará más allá de lágrimas, o de vacíos en mi pecho, o de piedras en el camino con las que me tendré que acostumbrar a tropezar.

Y aunque no todos tengamos con quién caminar tomados de la mano, todos nos encontramos con alguien para compartir el camino.

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