martes, 13 de marzo de 2012

La de los ojos que no se olvidan

Se llamaba Ángela. Ángela era la de los ojos caídos y la de mirada caprichosa, retadora, imponente e incluso aterradora. No recuerdo que alguien pudiese sostenerle la mirada por más de diez segundos sin sentir algún temor, desprecio u odio hacia ella. Y es que en verdad era escalofriante su mirada fija sobre la tuya, como si tratara de decirte que no era digno de estar en el mismo lugar que ella. Evitaré ahondar en detalles físicos, no porque sean irrelevantes, sino porque sólo harían más desgastante esta historia y olvidaríamos que son sus ojos los que, en realidad, son lo único indispensable a recordar físicamente acerca de Ángela. En fin, sus ojos, nunca olviden sus ojos, así como yo nunca lo he hecho. Tal vez esa intimidante mirada de Ángela se debía a la tempestad que guardaba en ella y en su pasado... Su maldito y escalofriante pasado.

Ángela tenía un pasado tan pesado y tan tormentoso, que muy pocos hubieran podido soportar, y si lo soportaban, era porque en realidad no tenían pudor alguno en retar al desaliento y al descarado destino. Huérfana de padre a una bastante temprana edad (cabe destacar que su padre era también su mejor amigo, su confidente; el amor de su vida, pues), con una madre totalmente despreocupada por lo que pudiera o no sucederle a Ángela (me atrevo a hacer este prejuicio basándome únicamente en los relatos que la misma Ángela me contaba), y con una soledad que siempre iba pisándole los pies.

Sin embargo, y a pesar de su vida envuelta en tragedias, Ángela permanecía, siempre permanecía. Le lloraba en silencio a su padre, le gritaba con desdén al cielo preguntándole por qué le había dado una vida tan perturbadora, y demás rabietas que hacía del pecho hacia afuera, pero siempre permanecía.

A veces, Ángela parecía la persona más débil y vulnerable que pudiese estar pisando la Tierra, pero tenía un carácter irreverente, tenaz y agresivo hacia cualquier persona que interviniera en su camino con afán de detenerla o de entrometerse en su dolor. Creo que eso la hacía mucho más fuerte.

Ahora, Ángela sigue lidiando con paso firme (a veces tambaleante, pero siempre firme) esa vida que tanto le ha maltratado, y sigue teniendo esos ojos que, como les dijee, poseen una mirada que nunca se podría olvidar.

1 comentario:

  1. Y DICES que escribes feo. Creo que la próxima vez que digas eso de tus bellos escritos consideraré darte un buen sartenazo <3

    ResponderEliminar