miércoles, 31 de agosto de 2011

Relato de tí.

Tal vez no sirva de mucho redactar estas palabras. Pero no encuentro otra forma tan perfecta para secundar mis sentimientos, para explicarte lo que haces brotar de mi pecho, para relatarte ese día.
Era una mañana normal, ordinaria. Los libros estaban en el mismo orden en el que mi madre acostumbra a ponerlos. El agua que expulsaba el grifo de la regadera estaba caliente, casi a punto de estar ardiendo. La rutina permanecía intacta; un plato de cereal para el desayuno, con la leche fresca, comprada una noche anterior, siempre en el mismo lugar del frigorífico en el que siempre está, todas las mañanas. El camino al trabajo, monótono; un cigarrillo encendiéndose al mismo tiempo en que la perilla de la puerta principal dejaba de girar, con su respectiva llave asegurándola. Al llegar al trabajo, me postré en la misma silla negra con una pata a punto de sucumbir ante el peso recargado en ella. Todo normal. Todo sin cambio.

De pronto, se asomó un pequeño intento de romper la rutina, algo fuera de lo regular. Te había visto antes, de eso estaba seguro, más nunca te había prestado la atención que, frustrada, se quedó esperando por ti, hasta ese momento. A través de ese monitor de quién sabe cuantas pulgadas de mi lugar de trabajo, decidí enviarte un mensaje, iniciar conversación, siempre avanzando tímida y moderadamente, de ambos. Había algo en tí, algo diferente, algo que cautivó mi atención, y sin ningún titubeo, también a mi corazón; también a mí.

Quién diría que esa tarde/noche, surgiría una historia, que desconozco cuál será su desenlace, o si siquiera tendrá desenlace, pero una historia tan nuestra, como el presente.

Ese día te quise abrazar para nunca soltarte. Ese día fue el último día ordinario. Desde ese día, todos los días han sido distintos. Ese día te conocí.
Tal vez nuestro amor sea demasiado extravagante, seducidos la mayoría del tiempo por la distancia, que siempre está intentando hacernos renunciar; regidos por las llamadas telefónicas, que tanto nos hacen extrañarnos, pero también que nos hace sentirnos, y a veces no nos damos cuenta que esas llamadas, son una forma más de susurrarnos al oído.

Tal vez estas letras no tengan ni pasado, ni presente, ni futuro; pero siempre tendrán su rumbo perfectamente definido: tu pecho.

domingo, 14 de agosto de 2011

No Dejes de Entrar.

Me dí cuenta que sí existe un mundo más allá de lo que puedo, y de quien, en realidad, puedo ver. Fue suficiente el aparente convencionalismo social del saludo para perderme en tí; y sí, fue sólo un "aparente convencionalismo", porque en tí, fue absolutamente lo opuesto a cualquier saludo tradicional.
Cerré mis ojos, y abrí mi corazón, permitiendo que todas y cada una de tus palabras, penetraran con una fuerza más contundente, que cualquier fuerza conocida por ningún cuerpo, por ningún corazón.
Descubrí que es posible versificar con el alma, y no sólo con la mente, que no es necesario mantener algún contacto corporal, para desatar las más fervientes pasiones existentes, que se puede hacer de una bestial distancia, un igualmente bestial amor.
Me fue inevitable entregarte desde la más insignificante fibra de mi ser, hasta el más profundo y puro suspiro. Ahora se ha vuelto una necesidad aplastadora tenerte entre mis brazos, y un suplicio aún más grande, soportar los segundos sin poder oler tu esencia.
Y si bien, carecemos de recuerdos, abundamos de momentos que ya ha creado nuestra imaginación, y que están ahí, esperando a ser liberados y a ser plasmados en una historia, en nuestra historia.
Estás en mí, y lo único que te pido, es que no pienses en marcharte de mí, de mi corazón, pero te suplico, que no dejes de entrar, que no dejes de entrar en mí.

miércoles, 3 de agosto de 2011

Paloma Mensajera.







Creyendo yo que sería más romántico, te envíe una carta confirmándote mis ganas y deseos de estar contigo, de compartir todo contigo.. Utilicé una paloma mensajera.. Al no recibir respuesta tuya, decidí hacerme a un lado.. Apartarme de ti..
Tiempo después, me enteré que la carta nunca te llegó, que esa confesión no había llegado a tus manos.. Días más tarde, también supe que la paloma mensajera, nunca llegó a su destino, porque había muerto.. Llevándose consigo, esa carta, llevándose consigo.. Nuestro amor..
Ingenuo yo, al confiar nuestra historia a una paloma, tonto yo, al haber plasmado esas letras en una carta, y no en tu corazón.. Tal vez así era la forma a realizarse las cosas, tal vez y simplemente tal vez, no era nuestro destino crear una historia más allá de cualquier otra historia.. Tal vez era sólo cosa de evitarme el romanticismo, y dedicarte las palabras que tenía para tí en esa carta, estando tú presente.. Tal vez, sólo tal vez..
Dicen por ahí, que "nadie sabe lo que tiene, hasta que lo pierde", yo digo que nos pudimos haber evitado tener y perder, y toda esta parafernalia, si tan sólo no te hubieras cruzado en mi distraída mirada aquel día.. O tal vez era el destino que lo hicieras, y así saber que por más que yo quisiera, por más que lo ansiara, el destino no me iba a dejar acercarme a tí más allá de un sueño..
Error mío el haber fantaseado con un futuro a tu lado, sin siquiera haberte dicho que quería compartirlo contigo..
Ahora, me resignaré a recordar todos los días de mi vida, esos momentos que no tuvimos, esas palabras que no nos dijimos.. Esa vida que no vivimos.. Me resignaré a arrepentirme por haberle dejado todo nuestro amor a una paloma..
En fin, esa carta quedó al viento, esa paloma perdió su vida y yo.. Te perdí a tí..